Guerra de sexos por el aire acondicionado

Hombres y mujeres regulan de manera distinta su temperatura corporal y no responden del mismo modo ante los aires acondicionados. Así lo demuestra un estudio realizado por el hospital Universitario de Maastricht (Holanda), que ha presentado sus resultados en la revista Nature Climate Change.

La investigación concluye que el cuerpo de un hombre suele generar más calor que el de una mujer con un mismo nivel de actividad, por lo que el sexo masculino suele preferir que el aire acondicionado esté a una temperatura más baja.

Estudios anteriores habían observado que los hombres solían preferir trabajar con una temperatura ambiental unos tres grados menos que las mujeres. Así, mientras los hombres prefieren que las oficinas estén a 22 grados de media, las mujeres se sienten mejor a 25.

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En este punto, los autores del trabajo destacan que los protocolos a la hora de diseñar la climatización de un edificio se basan en una normativa establecida hace medio siglo que toma como referencia el metabolismo de un hombre de 40 años y 70 kilos.

Esta discriminación térmica supone una incomodidad para muchas mujeres y provoca problemas de convivencia en los lugares de trabajo. Los investigadores añaden que se gasta más energía para climatizar de la que sería conveniente en muchos casos, lo que supone un gasto económico extra para muchas empresas y, por consiguiente, un exceso de emisiones contaminantes para el planeta. ¿La solución para evitar este desbarajuste innecesario? Regular los sistemas de refrigeración y los de calefacción en cada edificio en función de las personas que trabajan en él.

La nueva investigación es la primera que relaciona las preferencias de temperatura de hombres y mujeres con el metabolismo de cada persona. Y llega a la conclusión de que la zona de máximo confort térmico es la misma para ambos sexos: cuando la superficie de la piel se encuentra a unos 33 grados.

Ningún argumento, por lo tanto, para pensar que hay un sexo fuerte capaz de tolerar el frío con una sonrisa y un sexo débil que necesita ser arropado para sentirse a gusto. Lo que ocurre en realidad es otra cosa: el cuerpo masculino suele generar más calor interno y necesita más frío exterior para alcanzar la temperatura superficial confortable de 33 grados. El cuerpo femenino, al no producir tanto calor interno, no necesita que la temperatura exterior sea tan baja.

Los valores de referencia que teníamos hasta el momento se establecieron en los 60’s, a partir de las investigaciones de Ole Fanger, un pionero en el estudio del confort térmico. Aunque Fanger se dio cuenta de que hay diferencias entre personas en las preferencias de temperatura, llegó a la conclusión de que la mayoría de la población tiene preferencias similares. Como referencia, se tomaron los valores de un hombre de mediana edad.

Cincuenta años más tarde, se ha descubierto que el confort térmico varía según el sexo, la edad y el índice de masa corporal de cada persona. Las personas obesas, por ejemplo, suelen disipar peor el calor corporal que las delgadas, por lo que a menudo prefieren el aire acondicionado a una temperatura más baja. Las personas ancianas, por el contrario, suelen generar menos calor corporal y preferir el aire a una temperatura más alta.

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Los autores de la investigación recuerdan que el consumo de energía en edificios y de oficinas representa el 30% de las emisiones globales de CO2 y destacan que sus resultados son relevantes de cara a mitigar el cambio climático. Ignorar las diferencias entre personas, escriben en Nature Climate Change, hace que «los edificios sean energéticamente ineficientes», ya que sus ocupantes contrarrestan las deficiencias de la climatización abriendo ventanas o poniendo en marcha ventiladores.

 

La solución pasaría por mejorar la eficiencia energética de los edificios ajustando la climatización al perfil de sus ocupantes. Aunque en edificios grandes y multitudinarios no pueda conseguirse, en edificios residenciales y oficinas siempre es posible ajustarlo al máximo.

 

Fuente: La Vanguardia

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